Crema de verduras, san Jacobo y manzana. Ese era hoy el menú en el comedor social. Comí, como casi siempre, con Santi, el ciego.
Santi suele llegar ya comido, porque antes pasa de aperitivos. Por eso le dice siempre a Marcos:
—Yo solo el segundo.
Pero como le encantan las cremas, hoy pidió también la crema. Entonces Marco le preguntó:
—¿Solo quieres un san Jacobo? El menú incluye dos.
—Sí —respondió Santi.
Yo me quedé jodido. Habitualmente me da uno de los suyos. Pero, por obra y gracia de Belcebú, le pusieron dos.
—Coge tú uno —me dijo, cuando le advertí del error.
Total: como casi siempre, me zampé tres san Jacobos.
Santi ya me había explicado que el camarero le había preguntado si solo quería uno porque se había dado cuenta de que siempre acababa dándome el otro a mí.
Cuando terminó de comer, Santi se fue sin esperarme. Normalmente salimos juntos y lo acompaño a buscar a José y a Marcos, que son quienes lo acompañan hasta casa. Yo prefiero hacerlo porque a la salida del comedor hay unas escaleras muy empinadas en las que el ciego podría escoñarse.
Él, en cualquier caso, va muy atento con su bastón, y Marcos lo acompaña hasta la puerta. Luego camina solo unos cincuenta metros, hasta un banco donde lo esperan los amigos citados y, a veces, Rosa. Desde allí lo acompañan hasta su casa.
leopoldo
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