Y también quiero a Enriquito, a Julia, a Vicky. A mis hermanos. Y, sobre todo, a la Paca.
Enséñale esta declaración de amor a la terapeuta y ella dirá:
—Ese leopoldo es un enfermo conocido en el sector. Yo lo traté hace años y por poco me convence para practicar el Kama Sutra.
Pero que quede claro: también existe el amor sin sexo.
¿Que solo quieres ser mi hermana?
Entonces serás mi hermana más amada.
Me gusta tu sensualidad y tu sensibilidad social.
Tu pasión por la literatura.
Tus labios carnosos.
Incluso tu gato: ser amado hasta el infinito.
¿Que me rechazas por ser hombre?
Entonces me operaré, me cortaré el pito y me pondré dos tetas portentosas.
Pero que sepas una cosa: te quiero muchísimo.
Soy un ser deficiente, sí: soy un hombre.
Pero en el fondo soy una mujer lesbiana: adoro a las mujeres y desprecio a los machirulos.
¿Que no quieres venir a verme por ser un ser deficiente, un hombre?
Pues cuidado, porque un día —no muy lejano— doblarás una esquina y allí estará leopoldo.
No te meterá mano, porque eres mi hermana,
pero te dará un beso sonoro y baboso.
Soñaba, a todas horas, con viajar contigo a Marruecos.
Dile a la terapeuta que yo solo quiero comer contigo un cuscús
y pasear por Marrakech.
Respirar el desierto en Uarzazate
y que me regañes por fumar tanto hachís.
Yo solo quiero escribir contigo y compartir poesía.
Me recuerdas a Trinidad de León-Sotelo, periodista fallecida de la sección de Cultura del ABC:
periodismo académico, formalmente perfecto, como tu literatura.
Quiero que me reescribas para alcanzar la perfección.
¿Que estás trastornada?
Tranquila: yo también.
Otra cosa más que compartir.
Oye…
si me la corto, ¿vendrás conmigo a Marruecos?
QUE TE QUIERO, ROBERTA.
Quiero que me cuentes cosas de cuando eras niña.
Tus comidas favoritas.
¿Amanecer u ocaso?
Y si hace falta, me reinvento para que estés a gusto.
QUE TE QUIERO, ROBERTA.
leopoldo
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