leopoldo ya era un escritor de reconocido prestigio establecido en el barrio coruñés del Ventorrillo, donde vivía con su acogido magrebí Hicham, quien trabajaba de soldador.
Llevaba el menor de los Paneros, una vida modesta y era ya totalmente adicto a la Biblioteca Ágora.
Seguía comiendo en el comedor social de Boandanza.
Y excepto en temas de cultura: Conciertos internacionales de música y Congresos de Poesía, llevaba una vida de clase media.
“Verás Lore, te voy a llevar al Festival de Música Clásica de Bogotá”, le dijo a su editora.
Y con la ayuda de Cris compró dos billetes de avión a Colombia. A precios reducidos.
Llegó la pareja a Bogotá. Y lo primero que hicieron después de instalarse en un modesto hotel con gimnasio fue ir a degustar la comida local: Bandeja de Sushi, Lechona, Arepas, Ajiaco, y el maravilloso guiso de Sancocho.
Además de asistir al festival, recorrieron la vida rural colombiana y visitaron las librerías de la ciudad.
Disfrutaron sin igual del entorno. Y lo que más le gustó a leopoldo fue que la Lore le llevase el desayuno a la cama. No entraré en detalles charcuteros, tan solo diré que dormir con la Lore fue como descansar a la vera de Afrodita.
El Proms de Londres y conciertos en Viena fueron también parte de la agenda del año.
leopoldo
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