“¿Me dejas que te llame ‘oso’, Javierito?”, preguntaba el leguleyo al tiempo que le relamía su polla calva (fimosis) al afamado empresario.
“Claro, cariño, pero vuelve a apoyarte en el PC, que me excita sobremanera”, señalaba Javierito.
Aclaramos, antes de seguir con los porqués del encuentro, que Venancio tenía un gran pene, tan cavernícola como su mirar. Javierito estaría escondido un mes.
Las razones que concluirían en desenfreno sexual, como haya paz, nacerían de la desconfianza de Javierito con el leguleyo impuesto por leopoldo en el trabajo jurídico que traería consigo el reparto de la herencia del Bello Javi. Desconfianza que concluiría en un odio soterrado, ya que la autosuficiencia de Javierito, empoderado y avaricioso, se centraba en utilizar el dinero del Bellísimo en comprar un carro de vacaciones en el cual pasearía a sus huéspedes de sus casas rurales, permitiéndoles por unas horas ser auténticos paisanos del rural de la Galicia profunda.
Sí es que el “sex appeal” de Venancio era mucho.
Y como despedida le dijo a Javierito: “Llámame y cuando puedas repasamos”.
leopoldo
Añadir comentario
Comentarios