Todo había salido divino con la ayuda de Satanito —hermano de leopoldo—, y a Sandra le arreglaron los bajos. Y en diez días ya estaba trabajando.
El martes por la mañana tenía una reunión con un autor mayor y de renombre. Y cuando estaban estudiando la maquetación, algo terrible ocurrió: Sandra se tiró un pedo arcaico y sonoro. Como no había modo de disimularlo, se limitó a decirle a don Ronualdo: “Le ruego me disculpe. Es la primera vez que algo así me ocurre”. Y este, en vez de rebajar la tensión, dijo: “Es vergonzoso, pero queda usted perdonada”. Sandra, finalizado el trabajo editorial con el anciano, se dispuso a irse y para ello tomó el ascensor, ocupado por Evaristo, muy aristocrático, él, y por una joven pareja de enamorados: Rosa y Tino. Tardaron tres minutos en bajar al Bajo. Tiempo que empleó Sandra en descargar siete ristras de pedos, a cual más sonoro y oloroso. La pareja se rio mucho y Evaristo dijo que era una vergüenza.
Convencida por una amiga, pronto desconfió y supuso que algo había podido suceder en la operación.
Así es que pidió cita y encontraron conveniente hacerle una eco.
“Aquí hay un cuerpo extraño”, dijo la enfermera. Llamó al cirujano y este estimó imprescindible volver a abrir y retirar el objeto.
Una vez retirado el cuerpo, este se identificó como un bisturí. Que no era sino el que había utilizado el cirujano en la operación y que, como consecuencia del agotamiento por llevar trece horas en quirófano, se había olvidado en TOR COÑO.
El bisturí le producía una aerofagia caballuna.
leopoldo
Añadir comentario
Comentarios