Fue poco a poco.
Comencé por el tendero de mi barrio.
No lo tragaba. Y yo estaba especialmente susceptible, pues acababa de separarme de mi mujer. Ana.
Le compraba casi todos los días. Y un día le pregunté: ¿A qué hora cierras? —¿Y a ti qué te importa? —contestó.
Así es que comenzó mi fase de exploración: Vigilaba la tienda desde las ocho. Y asistía a Julio saliendo del local y subiéndose a su 2 CV amarillo.
Así pues, llegó el día de mi estreno. Portaba un cuchillo que ocultaría a continuación.
Había estado leyendo compulsivamente novela negra para fijarme en los detalles.
Fue todo más sencillo de lo previsto: Cogí a Julio por la cabeza y le rebané el cuello de un certero tajo. Me puse perdido de sangre. Pero ya estaba previsto y me cambié el mono de trabajo que vestía.
Dejé el cuerpo en un charco de sangre. Y no hubo testigos.
Echaba mucho de menos a mi mujer. Y estaba claramente desequilibrado.
Así es que elegí mi siguiente víctima: Doña Elvira, a la que, a pesar de sus noventa años, violé analmente.
Nunca dejaba pistas, pero mi empresa de Assassini pronto se hizo conocida. Así es que comencé a trabajar por encargo.
Hasta el día presente he ganado mucho dinero. Especialmente gracias a mi Muerte roja, en la cual me comprometo a causar el máximo dolor y humillación sexual antes de matarle.
leopoldo
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