Hablaba con enriquito del caballo… El caballo es Espíritu —decía yo—, por eso la caga esa pobre gente. Los transporta al Nirvana puntualmente. Y de allí no quieren volver.
Esto sería válido así que si fuese una estafa: El maravilloso Nirvana durará lo que durarán los tres primeros picos. Entonces aparecen los monos, la ansiedad por estar puesto. La pérdida de dignidad, por ejemplo, cuando consigues una papelina a cambio de una dolorosa chapa (por el culo).
A ver, dime tú de un yonqui que diga que el caballo vale la pena.
Síii, pero…
Por fin entró. Joder, no me queda ni una puta vena. No es la primera vez que me lo tengo que fumar en vez de chutarlo.
Entra la aguja… y todo se desvanece, ya no se ve casi nada. Paz. Todo es PAZ. Y luego —cuando ya eres adicto darás hasta tu culo por retornar a esa PAZ—.
Todo lo ves como más etéreo. Como de humo. Vives el momento (“carpe diem”). Y ya no queda ni una puta preocupación. Tu cuerpo se ha dormido en vida. Entre esto y volar hay un paso. Me dicen que me convertiré en una mierda. Pero una mierda ya soy. —Tú que te crees que hay un límite, pues no, el enmierde del caballo es eterno. Primero notas que ya casi no coloca y por eso te tienes que picar seguido; luego descubres que para estar “normal” tienes que ir de caballo hasta el culo. Luego te prostituyes. Y que te hablen a ti de dignidad. Es solo para intelectuales. A mí que me follen, puesto que no duela ya, picarme cuanto antes.
Leopoldo
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