Se despierta enriquito con la agonía en su alma: Cómo habrá dormido mi princesa… Debo permanecer frío y equilibrado. Pero antes me haré una paja para eso del psicosomático. No, eso es una alteración espiritual. Mejor NO. Debo tener comportamientos sensatos y equilibrados. Es en lo único que debo pensar en mí. LO DEMÁS ES AZULITA. Ya sé, estudiaré un rato al maestro Hobbes. Es tan intelectualmente profundo que seguro que me coloca. Pero bueno, un traguito de wiski es imprescindible. Aunque eso de beber a estas horas de la mañana… Bueno, antes iré a ver cómo ha dormido mi Victoria.
Todo bien. Ha descansado y refulge como el ave fénix. Llega Milou, hermano de Hicham. Pero yo no pararé de escribir, dice leopoldo. Telefonillo. “Frío”, dice Milou. Y entonces me doy cuenta de todo lo que le debe enriquito a Azulita. Equilibrio. Afecto. Tienes que cortarle las uñas de los pies, enriquito no te olvides. Y a Hobbes ya tu compulsiva masturbación neurótica trepidante que les den por el culo. Antes entérate cómo ha descansado mi Azulita. La cabrona es una bestia de equilibrio y fortaleza. Bien pudiera ser capitana de goleta. Y tú, enriquito serías su marinero, encargado de que nada le falte. Y lee a Gil de Biedma, quien encontraba la paz taladrándose a jovencitos. No, enriquito. Eso también sería un claro desequilibrio. Pero si algún día te hace falta ante la desesperación, acuérdate de leopoldo. Él te acompañará. Y entre tanto acude al hachís. Es tan espiritual. Ya sé que no tienes costumbre, pero lo mejor del cannabis es que nunca traiciona. Bueno, su torrente de deseo sexual si que es incontenible. Lo cual te vendrá muy bien para copular mancebos. Pero NO. No pienses en eso. Y dedícate a cuidar a mi reina. Y no dejes de cuidar a la jueza, quien a buen seguro condena al patíbulo a más de un delincuente esta semana por sustraer un paquete de Kleenex en el Gadis. Está de baja de jueza porque se ha dado cuenta de que siete condenas a muerte a la semana son muestra de que algo anda mal en su psicosomático. Debe relajarse y descansar. Pero la cándida y amorosa mirada de su madre la persigue y la perseguirá siempre. Además, hay que frenar el delito. A quien se le ocurre robar algo espiritualmente necesario como los Kleenex. Es intolerable. Cómo intolerable es que mi femenísima madre esté pasando por el calvario que está pasando.
Para qué coño he estado tantos años estudiando con la irrefrenable compulsión Cabanillas si no sirve ni para solucionar tan injustas situaciones como la que atañe a Azulita.
Y en esto llegó Leopoldo. Había viajado en una vespa robada por su amigo del Ventorrillo Nando -delincuente, que fuma cocaína y caballo como si de celtas se tratarán-. Sé que mi visita es una insensatez enriquito, pero es que tenía la necesidad de que la Victoria me recomiende una película cargada de sensibilidad social, de esas que tanto le gustan a ella. Y con esos ojos celestes que se traducen por comprensión y amor. YO LA QUIERO TANTO.
Leopoldo
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