Con doce años era constante entre las amigas la evaluación tetil.
“Mira, como Marilyn Monroe”, decía la Victoria al tiempo que se apachurraba y alzaba los senos. “¿Será por eso por lo que siempre me miran los obreros”, decía la adolescente Azulita?
Luego trabajó en Iberia, donde le embutieron las tetas en el traje azul, que siempre despertó las fantasías eróticas de leopoldo. Estaban como queriendo salirse. Pero firmes y sugerentes.
Yo cuando la conocí estuve a punto de decirle: “Vaya, tetas, tienes”, pero como era muy feminista me quedé callado, no le fuera a parecer mal.
A su vera, enriquito comiendo, le miraba las tetas ávidamente, de mirarle las tetas como si de un plato de comida se tratara. Y ella, molesta con la deglución visual, estaba a punto de decirle: “Las mujeres somos mucho más que tetas”.
Sí, sí, empoderamiento e independencia del mediocre sexo fuerte.
Yo atendía a sus consejos de cine, que siempre eran soberbios. Pero sobre todo porque los daba sentada, moderadamente inclinada para adelante, con lo cual era fácil verle las tetas. “¡Jope, ¡qué pasada de tetas tienes!”, estaba siempre a punto de decirle, pero como era muy feminista me limitaba a matarme a pajas.
Como enriquito era muy despistado y muy buena persona, nunca se daba cuenta de los restos de lefa en la cama.
Cuando acababa el fin de semana, yo volvía al colegio/cárcel Monfort, en Loeches.
Pero las tetas de Azulita viajaban y residían conmigo. Y con su recuerdo me la machacaba todos los días en mi litera carcelaria.
leopoldo
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