Provisto de la cámara de mi teléfono móvil, he realizado hoy un reportaje fotográfico en el comedor social de Boandanza.
El abuelo Basilio, “el capitán”, con sus 84 años, su visera y bastón, me dedicó una forzada sonrisa junto al sintecho Pedro, quien lleva años en A Coruña, dos de los cuales no ve a las hermanas que le viven en Bilbao. Duerme en albergues y en cajeros bancarios.
Fina también fue objetivo de mi cámara, viuda cuyas lágrimas aparecen cuando recuerda su hija, quien falleció hace dos años víctima de un cáncer. Asimismo, retraté al camarero peruano Marco, quien es un dechado de puntualidad y empatía.
El casi invidente Luis, quien perdió un ojo por su degeneración macular y que casi no ve con el otro, posó también para leopoldo.
La sabiduría popular de mis protagonistas fue captada gracias al consejo de mi editora Lorena, quien endulza mi existencia constantemente y con la que existe la posibilidad de que me vaya a Tenerife a vivir, ella con un trabajo en hostelería y yo con mi labor didáctica de profesor de español con inmigrantes. Ambos trabajaríamos juntos en una editorial “on line” y podríamos seguir escribiendo, tarea cien por cien vocacional en la que es casi imposible sobrevivir económicamente.
Todo ello bajo la tensión causada por un seguro de coche contratado por mí por teléfono con una atractiva empleada, quien me sacó mi número de cuenta bancaria y me ofreció una oferta ineludible para un pago fraccionado. Mi acogido Hicham me ha convencido de que le demos marcha atrás a la gestión, alegando que he vendido el coche y que ya no me hace falta el seguro. PUTO DINERO.
leopoldo
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