Ayer, en diez minutos, contraté un seguro para el nuevo coche de segunda mano de Hicham y mío, con una encantadora señorita, a cuyos exquisitos modales solo le faltó chupármela. Me ofrecí una oferta económicamente perfecta y me cautivó hasta sacarme mi número de cuenta bancaria. Hicham, impertérrito, observaba la conversación y decía cada diez minutos NO. Pero yo, cautivado por la serpiente en cuestión, le decía: CÁLLATE. Fue una gestión fugaz.
Sin embargo, tras colgar, reflexioné y además Hicham me convenció de que es mejor ir a unas oficinas y cerrar el trato con una persona delante.
La puta vida online deshumanizada e inmediata. Ni siquiera me dijo su nombre la técnica en cuestión.
Es sábado y traté de comunicarme con Mutua Madrileña para dar marcha atrás al asunto. Pero me dijeron que había que rellenar un cuestionario complejísimo a tal efecto. Yo, que no tengo ni puta idea de informática, fue como si escuchase “no es posible anularlo”.
Decidimos, pues, llamar al banco el lunes y pedirles que, si aún no habían cobrado, que no le paguen. Y si ya habían cobrado el sábado, ajo y agua.
(a joderse y aguantarse).
Si todo va bien y nos libramos de pagar, alegaremos que habíamos vendido el coche.
Y que ya no necesitábamos el seguro.
Leopoldo
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