Mi fantástica editora, la Lore y leopoldo se iban de viaje a Palermo. Y como salían de Madrid, leopoldo le sugirió que fuesen a Doctor Royo Villanova a conocer a la Victoria y a Kikón. Besos tras las presentaciones. Vermús y banderitas. Y como enriquito tenía que comprar más banderitas encebolladas, acompañados por leopoldo, las dos damas se quedaron solas hablando de temas culturales y de sus respectivos cánceres.
Y mientras los dos primos se iban al ultramarinos del barrio, surgió el deseo sexual entre las dos damas, quienes se chuparon hasta las uñas.
Al volver los dos primos, la Victoria tenía una cara de satisfacción que rozaba el misticismo. Y la Lore estaba si cabe más encantadora de lo usual.
“¿Qué tal lo habéis pasado?, princesas”, preguntó enriquito.
“Divino”, respondió Azulita.
“No me extraña que quieras tanto a la Victoria”, dijo la Lore, quien había descubierto charcuteramente, que el sexo entre mujeres es una opción realmente apetecible.
Enriquito no tardó en sospechar, sobre todo al localizar el consolador de la Lore entre las sábanas. Pero no se disgustó por ello, sino que se mostró muy comprensivo y feliz.
“Es una pena que no podáis venir con nosotros”, dijo la Lore.
“No sé por qué me sentiría desplazado”, dijo enriquito entre risas. “Aunque siempre tendría la opción de liarme con leopoldo”, matizó.
El viaje a Palermo fue maravilloso. Y a la vuelta, las dos amantes tendrían infinitos encuentros sexuales.
Ni que decir tiene que la Lore se haría amiga íntima de Amayita.
leopoldo
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