Todos los sábados y domingos, sobre las 17:30, el marroquí Osama —veinte y pocos años— viene a casa a aprender español. Vive en un centro de acogida de la ciudad herculina, por lo que tiene que irse a las ocho.
Osama es hermano de mi acogido Hicham. “Todos los hermanos, menos uno, estamos en España”, me decía Hicham. En patera vinieron todos. Hay muchos en Barcelona.
Como clases de gramática y ortografía ya da en las clases del centro, yo me limito a tener con las conversaciones, en las que le corrijo y amplio vocabulario.
Hablamos de temas como la comida española y marroquí.
“Como la comida de mi madre no hay ninguna”, dijo Hicham, quien me hace la cena muchos días antes de irse.
Osama es alegre y divertido y muy hanun (cariñoso).
Con Osama, Hicham se lleva mucho mejor que con Milou, quien pasó una temporada viviendo con nosotros.
A Milou, Hicham le dio puerta porque no quería convivir con él. Le dijo que me molestaba para escribir. Lo que me pareció mal porque no era cierto. Lo que pasaba es que no podía traerse amantes a casa para follar en su cuarto estando su hermano mayor.
En un rapto de sinceridad, me dijo que con Milou no se llevaba tan bien como con Osama.
leopoldo
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