Fue mi amigo semi-invidente Luis el que me habló de la Playa de los Moros, en San Amaro, cerca del Eurohotel. “Mojas fijas”, sentenció.
Lo organicé todo aprovechando el buen tiempo. Llamé a mi amigo Leopoldo María Panero y a Reynaldo Arenas. Ya sé que ambos están muertos, pero sobreviven en las teclas de mi PC. Los cité en mi casa del Ventorrillo. Y le pedí a Hicham que se aprovisionase de hachís. Los dos vinieron ligeros de ropa, tal como les indiqué, Y cuando ya estábamos los tres; Leopoldo María, Reynaldo y leopoldo (yo), convenientemente fumados, le pedí a mi querido José-el-taxista que nos llevase al arenal que tiene fama por ser el lugar idóneo para encuentros sexuales improvisados e intensos.
La entrada a la playa estaba como oculta. Y en la vegetación colindante podía verse a parejas homo y heterosexuales follando como locos.
Fuimos recibidos por dos mulatas y un mulato: Ernesto, quienes se ofrecieron sexualmente. “Claro, tú conmigo”, le dijo Reynaldo al oscuro. Y este, como respuesta, se limitó a desenfundar un pene magnífico que Reynaldo introdujo hasta la garganta. Leopoldo María le pidió a Lore que se la chupara. Y yo le di por el culo a la otra.
A izquierda y derecha había escenas pornográficas muy estimulantes. Y esporádicamente éramos invitados a participar en orgías. Cuando las mulatas y el negro estaban agotados, Leopoldo María, Reynaldo y yo tomamos parte en un encuentro multitudinario sexual. Circuló el popper y la cocaína, que hicieron que las erecciones fueran eternas.
Siempre le estaré eternamente agradecido a Luis.
leopoldo
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