Leopoldo necesitaba encontrarse a sí mismo. Y así recuperar su espíritu literario.
Viajaría en solitario a Marrakech y sus proximidades, entre las que estaba el desierto de Aguafay, que recorrería primero en Quad y luego en camello.
Asimismo, disfrutó de una cena espectáculo. Y al día siguiente de un maravilloso desayuno bereber. No estaba nada mal viajar de potentado turista, pues recordaba cuando viajó a Marruecos en solitario en su juventud con poco dinero y la mochila llena de latas de atún Rianxeira.
Las cascadas de Ouzoud fueron muy relajantes. Y en Merzouga y en el desierto del Sahara vino a mi alma el viaje que realicé con la que ahora es mi ex y madre de mis hijos: la Rana.
Quien era por aquel entonces una sexy estudiante de periodismo. Y conquistó a profesores y alumnos con su artículo Sadam versus Rusdie.
A ella debo la media hora más intensa de mi vida: Felación en los arenales del desierto del Sáhara.
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Una cena y espectáculo relajarían la mente y el alma del talludito turista, quien al día siguiente realizaría un viaje en globo, desde el que los camellos se convertirían en insignificantes figuras.
leopoldo
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