Yonquie Vía Natural

Publicado el 10 de julio de 2025, 7:02

Con el Pentatol quedas fusilado. No te da tiempo ni a rascarte los huevos.

Similar al espíritu que te embriaga cuando miras a “Sunita Baby” en Calcuta. O al salir de un desplomado en una vía 7-B.

Y llega el tranxilium 50. Puti timo. Que relaja sin igual veinte minutos y luego vuelven los putos nervios. Ansiedad de creerte perdida. Y al acabar un entreno de boxeo llega una paz similar bajo la ducha, al tiempo que repasas golpes y heridas. El diazepam es el placer de mirar para atrás —nunca debe hacerse— en un tramo aéreo.

Y llega el orfidal que es un beso en el ascenso. Y el hachís llega por fin.

Aumenta la erección y retrasa el orgasmo. Todo es risa complaciente.

Y el roipnol, que te sumerge en el más poético de los sueños. Es el desescalar una vía sucia. Paz.

 

El valium noquea como cuando en un combate de boxeo te alcanza un uppercut y te quedas gilipollas.

 

 

Estos son los placeres de las drogas socialmente aceptadas —con receta médica—. Y luego está la pulsión vital de la cocaína o pasta base que te lanza al estrellato diez minutos para luego retornarte enfermo y jodido.

 

Y LA HEROÍNA QUE ES LA PAZ.

 

 

En el internado Monfort circulaba la cocaína como la gaseosa. Y también había caballo. Niños bien descarriados.

Y en Santiago unos expresidentes con los que compartí varios porros me abrieron cuatro puntos en el careto por no pasar el porro a tiempo.

También en el Monfort, Mario Puentes me enseñó a esnifar barbitúricos.

Y el psiquiatra Daniel Trabazome dijo que era una barbaridad, pues son vasodilatadores y te puedes morir desangrado. Me quedo con el deporte de alto riesgo. Me pone más.

 

 

leopoldo

 

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