Después de un fin de semana en Tenerife, comiendo gofio, mi querido hermano Javierito me ha comunicado que vamos a repartir la empresa inmobiliaria, la cual pretendía legar a Julia, excepto 1.500 euros mensuales para leopoldo.
Me señaló Javierto que para cobrar de la empresa yo tengo que ser socio, pues solo así quedaría justificado mi pago. En consecuencia, el estimado es que lo mejor sería nombrar a Julia administradora única y darle bienes inmuebles y una cantidad de efectivo. Y yo permanecer como socio mayoritario (¿No podría ser Julia socia mayoritaria?). Él se retiraría pagándole a la empresa los impuestos pertinentes, porque si no, lo freirían a impuestos. Y Julia como socia y jefaza. Yo tendría que pagar un huevo de impuestos, incluyendo en estos los que le corresponden a mi hermano mayor.
Pero hay en este entramado empresarial un elemento distorsionador y es que mi querida editora, quien lucha contra un cáncer-al-que-seguro-que-vencerá, se ha pasado toda la noche vomitando; al comunicármelo, yo le respondí con una poesía de Gil de Biedma y me cagué siete mil veces en Dios.
leopoldo
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