“Kiko, te tengo que pedir un favor: Necesito diez euros para pagar un tema inevitable (droga, pasta, base seguro). Tú sabes que aquí te queremos mucho. Te invitamos a fumar tabaco y hachís. Y siempre hacemos caso a lo que nos dices”, dijo el drogadicto Eduardo a la entrada del comedor social. Y ante mi negativa y animado por la pasta base que consume, insistió: Acabas de cobrar tu pensión. ¿Es que no puedes ayudar a los chicos de la calle? Además, tienes otra paga. (En buen momento se lo conté).
“Ya te he explicado, Eduardo, que cuando vengo al comedor social nunca traigo dinero, para no gastarlo (en vosotros, dije de un modo velado). Cobro una pensión y otra paga, pero tengo que mandarle a mi hijo minusválido más de la mitad todos los meses. Y mantengo a mi mujer separada. Al final me quedan como mucho 300 o 400 euros al mes. “Eso es un pastón”, dijo Eduardo.
“Pero sabes lo que te digo”, le respondió tras oír la intención del mendigo Javi de darle dos euros. “Ya no lo quiero. Mételos por el culo. Y tú igual”, me dijo.
Eduardo consume todos los días pasta base, fumada con una artesanal pipa, que es quizás la droga dura más barata del mercado. Y que no es sino los restos del proceso de cocina de la cocaína.
Con el clarísimo inconveniente de que, para aumentarla y abaratarla, la elaboran con los restos de la cocaína en su proceso de cocina y con muchas otras sustancias químicas.
Es un claro problema en un sujeto: Eduardo, que fue adicto a la heroína, mano de santo para bajar la euforia provocada por la pasta base.
leopoldo
Añadir comentario
Comentarios