A Felicidad Blanc no le hacía la menor gracia mi militancia antifranquista. Y antes de dejarme el cómic para dormir me decía que cuando estudias todo encaja.
Le hice caso y estudié Filosofía y Letras en Madrid y Filosofía Francesa en Barcelona.
La vida comenzó a atacarme en todos los frentes: era homosexual y rojo.
Y el capitán Marvel siempre me sacaba de los embrollos cuando ya daba todo por perdido.
Pronto comencé a escribir y me empezaron a llamaron “novísimo”. Yo no sabía si era un insulto.
Me sumergí en el “Malditismo cultural” y fui considerado un clásico por la Editorial Cátedra.
Mi hermano Michi era el que mejor escribía, pero estaba siempre mamado a whisky. Y el mayor, Juan Luis, era serio como su padre y tenía —como el paterno— una narrativa perfecta.
Mi madre, FELICIDAD BLANC, ERA Y SERÁ MI AMOR ETERNO.
leopoldo
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