Acabábamos de llegar a Roma. Miré en mi guía dónde comer... Estábamos sentados en la casa de comidas y pizzería “Piccolo”.
Y entonces Sandra, en perfecto italiano, pidió al camarero una frasca de vino Chianti. Y le ordenó “Fetuccini al pesto”. Yo pedí “Cannelloni Rossini”.
Fue un momento mágico como aquel en el que mi excuñada Reyes, el día en el que la conocí, se pidió un pacharán, como buena obrero.
Sandra, muy mal educada, mientras comía elaboró una guía turística exhaustiva que no incluía los Museos Vaticanos porque a mí no me daba la gana ir. “No quiero constatar lo que los putos católicos han robado por todo el mundo”, dijo leopoldo
leopoldo
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