Fue como un fuego inextinguible. Javierito accedió a prestarme un millón de euros. Y yo me fui a Barcelona con una muda en mi maleta y con cincuenta libros de poesía. Sandra no comprendía. Aun así, accedió a mi petición, que consistía en hacer su maleta para quince días y en ir provista de sus cinco libros favoritos (entre ellos tu preferido de literatura infantil, que no fue sino Platero y yo). Y su pasaporte.
Fíate de mí y vamos al aeropuerto, le imploré. Destino Bombay, donde en horas nos veríamos rodeados de la inmensa humanidad que desborda la India. Entonces fuimos a la estación de ferrocarril de la citada urbe, destino Kali-Cata (Calcuta). En cuanto llegamos, comprendió mi plan: Vivir la poesía. Nos alojamos en el Salvation Army. Y los dolores postoperatorios de Sandra desaparecieron como por arte de magia. Fuimos en un rickshaw a los arrabales de la Ciudad de la Alegría de Dominique Lapierre, y allí estaba ella: Sunita Baby. No habían pasado los años por ella desde que la conocí hace treinta años. Y me dijo: Te esperaba (In was waiting for you).
Verás, es que conocerte fue lo más hermoso que hice en mi vida. Y ahora te traigo a mi amiga Sandra para que pueda también absorber tu espíritu, le dije. (Ella comprendió mi español). Entonces Sunita besó a Sandra y toda la vida de la maña se reseteó. Su sonrisa fue eterna y lloró de alegría. Desaparecieron eternamente los dolores de los bajos fondos y la felicidad embargó su espíritu.
Sandra brilló como el sol al amanecer. (She was shining like the sunshine).
leopoldo
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