Tati está enorme y me ha dado cien besos.
Invitado a comer con mi ex y mis hijos: Julia y Santi en el dúplex de A Coruña.
Albóndigas y chicharrones, empanada de zamburiñas y cerveza sin alcohol. Rematado por dulces marroquíes que me dio Hicham.
Ana salió tras los postres a comprarme un bastón al objeto de finiquitar mi arcaico y destrizado sustento.
Hablamos del viaje de Julia a Austria.
Y yo traté de disimular mi emoción y comí como un lobo.
A Julia, como siempre, me costó un mundo sacarle las palabras. Y Ana estuvo muy cariñosa a su pacato estilo. Pero muy atenta, trayendo mis comidas preferidas.
Les conté mi trabajo como agente social para marginados. Y les hablé de mis alumnos de español, como Abderramán, quien me llamó a los postres para concertar conmigo su clase de español a las 18.00 horas.
Ana, en su sarcástico estilo, me dijo que me iban a reventar los botones de mi camisa, pues debía comer mucha grasa en el comedor social. Y yo le dije que mi barriga era consecuencia de mis cenas magrebíes, pues las comidas del comedor eran muy variadas y vigiladas en cuanto a grasas y vitaminas se refiere.
Les hablé de Dani y Jesi, a quienes he conseguido trabajo de autónomos albañiles, electricistas y fontaneros. Y de mi alumno Abderramán, culpable de que me tuviese que ir a las cinco para darle clase en mi morada del Ventorrillo.
No sabía si comer albóndigas o comerme a Santi.
leopoldo
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