Todo comenzó cuando en uno de mis relatos me ofrecí a hacerle una visita a Barcelona.
Ella me contestó por teléfono diciéndome que su hijo Miguel estaba en fase irascible-despreciativa, pero que se iba de casa en dos meses, que es probablemente el tiempo que le falta a Hicham para ponerse a trabajar. Si bien, animado por mí, va a hacer un curso de soldadura, con lo cual serán más de un par de meses.
Bueno,
Pues llegué a casa de mi editora una lluviosa mañana de febrero.
La ciudad condal, tan acogedora como siempre.
Me vino a esperar al aeropuerto. Como yo nunca la había visto, por poco le estampo un beso a una abuela al ritmo de "Hola, Lore, cariño".
Fuimos a su casa, que estaba tan ordenada que a mí me sorprendió, pues pensaba que la Lore era tan desastre como yo.
Era sábado. Y Lore se las arregló para no tener que trabajar. Fuimos al restaurante “Negresco”, muy bueno, catalán, y de módico precio.
Por ser el primer día, y por ser barato, invité yo. Pero le aclaré que íbamos a pachas en los días que pasásemos juntos. Fuimos esa primera tarde a ver La Joya de Gaudí: La Sagrada Familia,
Y una exhaustiva agenda cultural casi siempre gratuita, me tenía preparada María Lorena. Visitas a las que se unió en múltiples ocasiones mi hija Julia, quien trabaja en Barcelona. Y quién me quiere mucho.
El fuerte cultural de la Lore fue el de galerías de arte, en muchas ocasiones de amigos.
Pero también me llevó a Bibliotecas Municipales, que a mí tanto me gustan, y a múltiples librerías, donde bajo sus consejos me actualicé en narrativa contemporánea.
Ya habían pasado dos meses...
Y así a lo tonto te preguntarías: “¿Había sexo? Claro”.
Pues no, porque quiero a la Lore como a una hermana...
Ya había pasado un año.
leopoldo
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