Con la colaboración de Enriquito he escrito un libro, que no es sino una trampa periodística al Bellocino, que será publicado a mi muerte.
Dicho libro no es sino una exposición de la vida de un crápula —yo— que acaba siendo adicto a la heroína. Y está dividido en dos partes: La primera sobre la falsa biografía de adicto. Y la segunda: sobre cómo mi paterno realmente mintió a los facultativos hasta lograr mi ingreso en dos instituciones psiquiátricas. En la primera de las cuales estuve a tratamiento de Roynol, medicamento que consumen los heroinómanos.
La primera parte le llegó al Bello y la versión completa a mis hermanos, que asistieron a las mentiras del Bello, que años antes justificarían mi ingreso.
Cuando yo realmente no hacía más que fumar marihuana y hachís.
Si bien un día que llegué fumado a mi casa de Santiago le dije al Bellocino —mi padre—: —Tu novia no tiene cuello. Pues se había liado con su secretaria, quien efectivamente carecía de apéndice cervical. Al día siguiente era ingresado en el Centro de Enfermedades Nerviosas y Mentales Doctor Arrojo, donde permanecería tres meses para tratar mi enganche a la heroína y para hacer una cura de sueño con Pentatol.
Años más tarde, yo estudiaba Medicina en Pamplona y tomaba Centraminas para estudiar. Y el Bello desempolvó un informe del doctor Kornes que aseguraba que yo tenía tendencia a la toxicomanía. Informe que, condimentado por la jerga psicoanalítica de don Javier, fue determinante para lograr mi ingreso en la Clínica Universitaria de Pamplona. Salud Mental, cuarta planta. Cuya ventana daba a mi clase de Medicina. Aquí yo solo padecía crisis de angustia y ataques de pánico, por lo que solo permanecí quince días. Síntomas que no eran sino las respuestas naturales de una persona sana que es ingresada en un manicomio. Mi primo y profesor Enriquito dice que yo siempre fui espiritualmente molesto para las clases pudientes.
leopoldo
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