Había terminado la guerra, pero la Lore, ávida partisana, había huido del tren que le llevaba a la construcción del aeropuerto de Labacuolla. Saltó de la locomotora con las manos esposadas y al caer se rompió un brazo y dos dientes.
Una pandilla de niños leoneses, del Piornedo, le atendió. Y la llevaron a casa de leopoldo, profesor rojo del pueblo —le quitó las esposas—, que estaba castigado a dar clases y vivir en este miserable pueblo. Pero aquí era muy respetado, por ser buen profesor y por tratarse de un Suárez-Vence. La Lore, después de ir con leopoldo al médico del pueblo, se recuperó en cosa de días. Consiguió, gracias al maestro comunista, documentación falsa. Y comenzó una nueva vida: Montó una pequeña editorial. Se llamaría Eva.
Y no tardaron Eva y leopoldo en tener un intensísimo romance.
Trabajaron juntos en la editorial. Y en el tardofranquismo, leopoldo comenzó a destacar como autor.
Finalmente, se casaron en el Ayuntamiento y tuvieron una hija, Amaya, que ya vivió toda su vida en democracia. Y que se hizo jueza. Luchando denodadamente por corregir todos los desajustes políticos y sociales que había dejado el antiguo régimen.
leopoldo
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