Temporada con la Lore en Tenerife

Publicado el 12 de mayo de 2025, 14:15

“A mí también me gustan mucho los helados de pistacho”, le observaba leopoldo a la Lore. Mientras ella-con-sus-labios-carnosos degustaba el manjar. Y qué decir de esos cafés a media tarde. Y los chinos a domicilio.

Leíamos mucho a la vez y escuchábamos jazz y flamenco.

Y escribíamos también juntos.

La puerta de su dormitorio era infranqueable, pues estaba protegida por un guerrero celta. A quien yo convencí una noche, gracias al hachís de Mofadal, para que me dejase pasar. Soy muy cariñoso, Lore, te lo dije ya antes.

Ella estaba como cohibida al principio, pero pronto la combustión sexual prendió su alma. Kamasutra y amor.

Amé sus labios carnosos que hice pasar por todos los rincones de mi anatomía.

Ella trabajaba de directora de hotel y yo me pasaba el día en la biblioteca pública y escribiendo en casa. Asimismo, acudía al mercado a diario, pues yo me encargaba de la cocina.

Los fines de semana paseábamos abrazados junto al mar.

En la biblioteca me conseguían todos los libros que quería, el último de los cuales fue una novela de Allen Ginsberg. Y estaba cada vez más enamorado de la lectura en espacios públicos. Además, compraba asiduamente novedades de narrativa y poesía.

Yo me llevaba muy bien con su hijo Miguel, pues era porrero como yo.

Y le ayudé a buscar trabajo que, al estar orientado por mí, fui siempre con colectivos marginales.

Íbamos los tres mucho a Sicilia en vacaciones. Y Miguel acabó echándose novia en la isla: Alessia, trabajadora social con la que Miguel colaboró durante nuestras vacaciones.

 

 

leopoldo

 

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