Javier estaba reventado de que Julia y Venancio fueran mis abogados. Los vistos innecesarios. Y así era.
Prevaleciendo el estigma, Jose-el-taxista, Javier y yo nos vamos a reunir esta semana para, tras degustar un magnífico Cuscús, en mi casa, Agradebragua 37 ACoruña, cocinado en Ferrol por una amiga de Hicham, repartirnos la herencia paterna. Un 70% para mí y un 30% para Javi.
Yo, como bien sabéis mis lectores, cederé a mi hija Julia el total de mi herencia, excepto 1.500 euros mensuales, que me pienso gastar en mi editorial y viajes, engrosando mi maravillosa pensión de discapacitado.
Estoy encantado de la decisión que tomó, apoyado por los consejos de mi editora, la Lore, y de José-el-taxista.
Y ahora solo adelantarle a Javier que el Cuscús marroquí se viene con las manos. Procuraré también hacerme con Laban para beber y deliciosos dulces con miel marroquíes.
Releyendo “O Principiño”, en el capítulo cuatro me di cuenta de que ni hermano Javier, empresario que lleva currando toda la vida, siempre me cuidó como hermano mayor.
Me ayudó a salir de un ambiente cuasi delictivo. Y me hizo hueco entre sus amigos universitarios.
Gracias al colegio mayor universitario por el que viví con él y con Chemi, -mi otro hermano- me convertí en un gran deportista. Cuando tuve mi accidente y mi minusvalía, me acompañó a buscar piso. Y, EN FIN, JAVI, QUE TE TIENE
PORTADO DE PUTA MADRE.
leopoldo
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