Como disculpa por sus relatos porno con la editora como protagonista, leopoldo llevó a la Lore al jardín botánico de la capital española.
Después de tomar dos vermús de barril en Malasaña, leopoldo fue con la lore al florido lugar.
Geranios, orquídeas, tréboles, rosas del desierto y de Jericó, lirios y tulipanes, pronto transmitieron su espíritu a mi maña. Que no tardó en olvidar las afrentas del menor de los panero. Quien le prometió abandonar la literatura charcutera.
“La flor más bonita es mi acompañante”, dijo leopoldo a la taquillera, quien se dio perfecta cuenta de que era el Martini rojo el que hablaba por boca de su interlocutor.
Memeces semejantes estuvo diciendo nuestro escritor durante todo el recorrido. Y la Lore pensaba: "Qué cursi es el jodido".
Al salir, leopoldo le regaló a su amada acompañante una docena de rosas rojas. Y la lore le perdonó. Luego fueron al Museo del Prado, donde Leopoldo contrató los servicios de una estudiante de Bellas Artes para un recorrido comentado. Y como cuando iba de pequeño con su padre, nuestro sucio protagonista quedó en trance con “Las lanzas” de Velázquez. Y pudo constatar la maravillosa remodelación que había sufrido la pinacoteca, que ya estaba, en cuanto a distribución y espacios, a la altura de los mejores museos de Ámsterdam. Donde leopoldo fue hace muchos años a una exposición de pintores surrealistas con su hoy querida ex.
Comieron en baretos del Rastro. Y fueron a la tarde a ver una obra de teatro de un joven creador que recreaba una obra de Lope de Vega. Y de noche cena en la Maison Jaguar, que es sin duda el mejor restaurante mexicano de la ciudad. Con espectáculos.
Ya a la noche durmieron EN HABITACIONES SEPARADAS, por imposición de la lore. Y a la mañana siguiente, después de que hiciese uso del gimnasio del hotel, nuestro autor desayunó en la Chocolatería San Ginés, donde sirven los mejores churros del planeta.
Leopoldo
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