Leopoldo y su agenda neurasténica decían que tenían una tarde realmente complicada: Editorial Anagrama a las cuatro y presentación en el Prado a las siete. Pues sí, si acabo rápido en la editorial, me voy a Doctor Royo Villanova, que como todos sabéis es la casa de Enrique.
Para hacerles una visita. "Tengo un compromiso ineludible a las cinco. "Inevitablemente, tengo que ir a casa de mi primo Enrique", le comuniqué a la peña.
La presentación de mi libro “Anacoretas al poder” me sirvió para cerciorarme de que había aparcado definitivamente literatura de contenido social. Y me había embarcado de lleno en la prosa poética-pues-es-lo-que-toca.
Tomamos una copa rápida. Y todo el mundo insistía en preguntarme cómo estaba. Cuestionamiento cuyo origen pronto me fue revelado, pues supe por una de mis lascivas seguidoras que en la presentación del lunes me había masturbado frente a mis lectores.
Sí, ciertamente tenía problemas sociales y sanitarios.
El caso es que llegué sobre las cinco-cuarenta y, como no recordaba el piso, le preguntó a unas vecinas. Que decían que hace quince años vivía en el 7-B una pareja que respondía a esas características. Pero que ahora ese piso estaba ocupado por unos profes ecuatorianos.
La realidad se mostró en breve con toda su crudeza: habían pasado quince años desde Enriquito y Vicky vivían en este lugar. Ya habían fallecido los dos. La Victoria de un estreñimiento reincidente y Enriquito de empacho. Y yo era víctima de una de mis frecuentes alteraciones neurológicas: Y Amallita se había convertido en una jueza/mujer fatal. Yo no percibía correctamente el espacio y el tiempo.
Lo de siempre. Bueno, voy al Prado.
leopoldo
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