El coche de segunda mano de Hicham se jode eternamente. Ahora es la bomba de agua.
Hicham tiene que comprar otra, por lo que ha iniciado su búsqueda en talleres.
Lo gracioso es que la voy a pagar yo. “Lo pago con tu dinero y luego me lo descuentas de mi sueldo (1.000 euros por empleado doméstico)”, me dijo mi acogido magrebí.
Ni que decir tiene que no se la cobraré. Y él lo sabe.
“¿Por cuánto te ha salido ya el coche? Pues, entre otras cosas, hubo que agregarle la quinta marcha, que no entraba. “Por 1.300 euros. “No es mucho”, contestó.
Esto es, lleva ya solo salir de la tienda más de 500 euros en arreglos.
Él me incide en el hecho de que me llevará a tomar café a pueblos cercanos los fines de semana. Pero yo no sé por qué, creo que me saldría más barato ir en taxi. Sobre todo porque pretendemos que paguemos la gasolina a los medios. Trámite por el que me niego a pasar.
Mi amigo José-el-taxista se indignará cuando lea este post. Y tendrá razón.
leopoldo
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