La Lore fue convencida por leopoldo de hacer una escapada a Estambul. En breve estaríamos en el Gran Bazar en una tienda de alfombras atendidos por Mohamed y sus cuatro mujeres.
Fuimos invitados a tomar té, que escanciaron cuatro veces antes de ser consumido. Y entonces se produjo la tradicional separación por sexos: yo fui invitado a fumar hachís y la Lore a ver y estudiar al detalle las distintas prendas textiles. Sería yo, por supuesto, quien tomaría la decisión de compra, después de atender los consejos de mi acompañante fumeta y de despreciar los criterios de las féminas.
Con un soberbio colocón estipulé, después de ignorar los consejos de las mujeres, cuáles serían las alfombras que pasarían a vestir nuestro pisito en la ciudad condal. Los consejos de Mohamed al respecto minimizarían los pareceres de las imbraha (mujeres).
Finalizado el trueque con la tarjeta VISA, el dueño y vendedor de alfombras me dijo, como quien preguntaba el precio de un camello, que estaba muy interesado en comprar a la Lore. La supuesta indignación occidental capitalista humanitaria quedó reducida a un suspiro. Y yo le dije que era muy cara. Momento en el cual Mohamed comenzó a ofrecerme toda una serie de alfombras artesanales y teteras turcas. La Lore, indignada ya por el machismo imperante, pero sin entender nada debido a que hablábamos árabe, me pidió que nos fuéramos. Y yo aproveché el calor del arrebato femenino para explicarle a Mohamed que la Lore tenía mucho carácter. Lo cual a él le encantó y duplicó su oferta de productos para el intercambio.
Ya en Barcelona, invitó a "abuela Luxora” a tomar café y le explicó que había vendido a su hija. Fascinada por los productos adquiridos fruto del trueque, la madre de Lore se rio mucho y me pidió que la llamásemos por teléfono para ver cómo le iba.
Así comenzaría mi romance con “abuela Luxora”, quien mejoraría con creces a la Lore en todo lo que a sexualidad se refiere.
leopoldo
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