"Hola, mi vida, yo soy leopoldo y vengo a tu casa a recogerte para llevarte al lugar más hermoso del mundo. No te explicaré más. Tan solo te pido que cojas tu pasaporte y una maleta con ropa para un fin de semana largo. "Confía en mí".
La abuela Lore obedeció expulsando chiribitas de sus ojos.
El taxi me esperaba a las puertas de esa casa mágica ubicada en las cercanías de Zaragoza. Nos despedimos en el aeropuerto. Y allí de nuevo le pedí a “Mami Lore” que no me hiciese preguntas sobre el destino y que se limitase a seguirme. Así fue como partimos destino a Estambul, donde nos cogería un taxi que nos llevó a la estación de autobuses, donde partimos destino a Antalya. Llegamos a la tarde a un lujoso hotel, donde nos recibieron con un “MARGABAN”.
Sí, María Jesús, estamos en el sur de Turquía, en un pueblo que se llama Antalya. En su playa he alquilado una cabaña, desde la que asistirás al AMANECER MÁS BELLO del mundo. Cenamos un kebab en el restaurante del hotel Anatolia y nos fuimos a la cabaña. Le preparé su cama, con su radio a la vera, y le dije que tenía cuatro horas para dormir. Yo me quedaría escribiendo.
A las cinco de la mañana la desperté y pudo observar como una luz anaranjada-que-parecía-viva se colaba por entre los travesaños de la cabaña. “Desnúdate”, le dije haciendo lo propio. Y abrí la puerta de la cabaña. Salimos y el majestuoso arenal se había teñido de tonos rojos. Corrimos por la arena desnudos, comprendiendo que la Belleza anidaba en nuestra alma. “Piensa en tus seres queridos”, dije. Y los ojos de María Jesús se colorearon como el amanecer. El misticismo de San Juan de la Cruz arraigó en nuestra alma. Y un orgasmo espiritual invadió nuestro espíritu.
“Gracias de todo corazón”, me dijo la maña, al tiempo que degustaba el desayuno árabe que pedimos en el hotel.
Ya a la vuelta hicimos escala en Estambul, donde soñamos despiertos en el Gran Bazar.
Y ya de nuevo, en el rural zaragozano.
leopoldo
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