No me extraña que te cacheen. ¿Qué hace un sesentón fumando porros con los chavales del barrio? —me decía hoy mi amigo invidente Luis.
Vaya semana llevas. 600 euros no son una broma, añadía Luis.
Y mañana irá mi acogido Hicham al cuartelillo de la policía local en Monte Alto a hacer entrega del papel que por duplicado me entregó la policía Y que atestigua que las dos multas han sido pagadas.
He decidido a golpe de talonario dejar de fumar porros con los chavales del barrio. Y hoy, para iniciar esta dinámica, me he quedado en la sala de lectura hasta la una: hora de apertura del comedor social.
A los colegas porreros, cuando les multan, no les pueden cobrar la multa, pues no tienen dinero en el banco del que los maderos puedan rapiñar.
Pero en mi caso, debido a mi maravillosa pensión, sí pueden cobrarse. Y además, las multas por tener antecedentes son cada vez más caras.
Fumaré, pues, en casa. Y prescindiré de la maravillosa tertulia del drogata aperitivo.
leopoldo
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