Coincidió conmigo en la planta de internos de Psiquiatría del Hospital Universitario de Pamplona, el vasco Paxti, quien se paseaba todos los días por el corredor de entre las habitaciones con una mancuerna de 7,5 kg en la mano, extendiendo y contrayendo la misma
Era más que evidente su carácter maníaco compulsivo.
Era de poco hablar, pero muy educado.
Hasta que un día decidieron los médicos quitarle la pesa. Y Patxi entró en pánico. “La vida es brevísima y además es una mierda, Kiko. Hay que pautarla para sobrevivir. Ayúdame, Kiko”, dijo Patxi, quien se había obsesionado en la limpieza del paragüero de la entrada.
leopoldo
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