Parecía contratado por el servicio médico de Salud Mental de Pamplona, pues en sus momentos de lucidez se dedicaba a darle afecto a chorros a la anoréxica Eva, logrando resultados en la misma, que ni la medicación ni la psicoterapia lograban.
Vicente tenía fases existenciales en las que estaba out y su conversación era un cúmulo de dislates incomprensibles, pero inmensamente poéticos.
Fumaba porros con Eva a escondidas. Y era amoroso hasta el extremo. En las salidas que nos permitían siempre se tomaba dos cervezas de penalti con el hachís.
En sus fases de coherencia hacía gala de una inmensa sensibilidad e inteligencia. Tenía, además, un gran sentido del humor que empleaba en criticar con acidez al personal sanitario. Estaba muy medicado, que junto al alcohol y el hachís le catapultaban al Nirvana.
Siempre despertaba sonrisas en la torturada Eva, quien vivía en un infierno acosada por los indebidos nutrientes.
Me decía siempre que estaba enamorado de Eva, quien lo muy poco que hablaba era para dedicarle a su compañero del manicomio halagos y piropos.
Creo que Vicente también sufría cuadros paranoicos. Y no hacía más que reírse de su enfermedad entre porro y porro.
Tuve conversaciones en las que demostraba una inmensa sensibilidad social, siempre proyectada a los marginales, quienes eran para él una muestra evidente de que el mundo funcionaba como el culo.
No estaba capacitado para trabajar, pero leía mucho. Poesía, sobre todo.
Los máximos momentos de lucidez los tenía cuando estaba colocado. Pero una cosa que quiero destacar es que el afecto por Eva era del todo desinteresado sin la necesidad de verse correspondido, aunque efectivamente lo era por una joven mujer que vivía un auténtico infierno y que veía en él una auténtica tabla de salvación.
leopoldo
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Comentarios
“Vicente, el Gran Afecto de un Psicótico” narra la ternura desbordante de un hombre atrapado entre la lucidez y el delirio. Su amor incondicional por Eva, una joven anoréxica, revela que a veces la auténtica salvación no está en la medicina, sino en el afecto humano más desinteresado.
El universo de los psiquiátricos es ciertamente atroz-es-poco. Pero está cargado de Poesía-que-a-mi-me-salvó.
leopoldo
escribo muy bien