Son los enfermos psiquiátricos en clínicas y hospitales. Único lugar en la Tierra en que son bienvenidos.
“No son todos los que están, ni están todos los que son”.
XURXO, 60 AÑOS, interno en la Clínica del doctor Arrojo de Santiago. De buena familia, como todos en el citado centro sanitario. Viudo. Dolores falleció de cáncer hace dos años y se llevó su alma con ella. Ya nada tiene sentido. No duerme. No come.
En la clínica le hacen seguir unos horarios razonables. Y como está muy medicado, duerme siete horas diarias. Come a las horas estipuladas. Fuma celtas cortos los jueves tras la medicación y mantiene con el resto de internos esporádicas conversaciones sobre batas y zapatillas de andar por casa.
TOMAS
64 años.
Vive en una casa derruida de las afueras de Santiago.
Le ha prometido a su familia que la arreglará, pero su ludopatía es más apremiante.
Tomás juega en las máquinas tragaperras de los bares, en los cuales… Tomás es alcohólico.
Reside conmigo en la cuarta planta de la Clínica Universitaria de Pamplona, donde le llevó un hermano, ya que no podía valerse por sí mismo. En avanzado estado de ebriedad, perdía las llaves frecuentemente y tenía que dormir en la calle.
Tomás no habla con nadie.
EDUARDO.
Drogodependiente desde los catorce años. Tiene 50.
Cocaína, heroína, hachís y barbitúricos.
Está feliz en la clínica del doctor Arrojo porque le dan muchas pastillas, que a él tanto le gustan.
Le roba al doctor Kornes recetas de los talonarios que deja siempre al lado del teléfono. Y se pone hasta el culo cuando le dejan salir.
VICENTE.
Lo conocí en la cuarta planta de Salud Mental del Hospital Universitario de Pamplona.
Era todo Amor. Tenía cuadros psicóticos y esquizofrenia.
XOSE.
30 años. El inmutable. Esquizoide. Clínica Arrojo.
Ni hablaba. Ni reía. Ni lloraba.
Podía estar diez horas seguidas sentado sin hacer nada. La pasividad total. Pero su mente y su alma tenían una dinámica acelerada, que no se reflejaba en su inamovible rostro.
leopoldo
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