Saliendo del Hoyo, Fincas

Publicado el 7 de octubre de 2025, 18:58

Se ha vendido una finca del lote familiar.
Dentro de un mes, me corresponderán seis mil euros,
igual que a mis dos hermanos.
Un reparto justo, dicen.
Y sin embargo, ya me los he gastado casi todos.

Dos mil serán para Hicham,
que estrena carnet de conducir y sueña con su coche.
Mil irán a su madre,
porque las madres merecen siempre un gesto,
aunque sea simbólico.

Quedan tres mil.
De ellos, dos mil los reservo para mi editora,
mi cómplice,
la que me sube al Facebook y al firmamento digital,
y paga los pequeños peajes del lanzamiento.

Con los mil que sobran,
me compraré magdalenas
en mi pastelería de siempre,
para celebrar, cada mañana,
que aún queda un rincón dulce en este mundo agrio.

Pero esto, Lore, no es más que el aperitivo.
Dentro de cuatro meses vendrá más dinero,
y entonces te invitaré a editar un libro conmigo,
uno que me coloque, por fin,
en el mapa del mercado editorial.

Dejaré de ser —como decían en voz baja—
“el niño tonto de la editorial”.
Ya no tan niño.
Ya no tan tonto.
Y con algo en el bolsillo que suena a promesa.

Este escribidor no olvidará tus cuidados
cuando era apenas un cronista
más pobre que las ratas,
con los bolsillos llenos de palabras
y las manos vacías.

Aunque, eso sí,
la casi totalidad de la herencia
ha sido legada a mi hija Julia.
Y eso está bien.
Porque al final,
todo lo que uno escribe,
también es herencia.

 

 

leopoldo

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