Del Blog de la Lore al WhatsApp de Mis Contactos

Publicado el 7 de octubre de 2025, 18:58

Escribo mi relato, como quien convoca un espíritu.
Y se lo envío a María Lorena por correo,
mi intermediaria con el mundo visible.

Ella lo sube al blog —con su lengüeta de comentarios—,
esa puerta diminuta por donde se cuelan los juicios,
las adulaciones, los silencios.

Después lo rescato del correo,
lo copio con paciencia,
y lo envío al WhatsApp,
esa otra dimensión donde los textos flotan sin orden ni jerarquía,
como mensajes en botellas que nadie pidió.

Desde allí, con la sagrada lengüeta de compartir,
difundo mi pequeña obra entre los vivos.
Así el relato se propaga:
por el blog, por el WhatsApp,
por la nebulosa digital donde los demonios se alimentan de atención.

El proceso creativo —este ritual de ida y vuelta— toca a su fin.
En el WhatsApp queda constancia de la banda sonora de comentarios,
ecos de lectores atentos o distraídos,
cada uno dejando su pequeña chispa en el infierno del diálogo.

Y entre tanto, Leopoldo,
siempre Leopoldo,
asoma por la pantalla,
se ríe de mi método y dice:

—El verdadero demonio no está en el proceso, Kiko.
Está en creer que termina.

 

 

Leopoldo

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